El poder de la imaginación

Por Mara Borchardt / Cuando nos preguntamos si el mundo que vivimos podría ser otro, necesariamente proyectamos sobre el fondo de nuestra retina y desde las entrañas de nuestra sensibilidad la imagen y el gusto de lo deseado.

Cincelamos sobre un horizonte lo imposible, para hacer del hoy un espacio de tiempo y lugar tolerable. La imaginación de lo porvenir está habitada de sensaciones y sabores, de volumen y dobleces, de voces y de luchas. Sin esa esperanza del futuro anhelado, el presente es locura, el horror del sin-sentido, el fin del relato y por ende de la comunidad.

Soñar con lo posible es el primer paso hacia su realización. Y de que el relato se haga carne, depende su concreción. Hacer de la ficción un hecho histórico y convertir un evento en la trama de un relato, son dos caras de una misma moneda. Así, donde el arte y la política permanecen ligadas, la comunidad encuentra una coherencia entre lo que siente y dice respecto de sí: una unidad de sentido, es decir de sensación y de direccionalidad.

Conquistar el poder para entonces transformar el mundo aplicando la lucidez imaginativa a la creación de nuevas formas políticas, supone ya que el poder es algo estanco, que está en algún lugar y obturado para quienes pueden imaginar. Sin embargo, cualquier conjunto social para dominar debe imaginar la forma de hacerlo, elaborar las instituciones y normas que le permitan ejercer dicho poder y asegurar su reproducción.

Es decir el poder de imaginar es una capacidad humana inalienable que todos los sistemas sociales buscan incluso estimular en tanto y en cuanto alimenten la fuerza del sistema. Cuando lo imaginado tiende a cuestionar las reglas de juego, el sistema lo califica de utopía irrealizable; cuando lo imaginado puede subvertir el statu quo, el sistema tiende a reprimir.

Si bien, entonces, la capacidad de imaginar es un bien equitativamente distribuido, el poder para dar materialidad a los sueños no está igualmente repartido. Dicho lo cual, resta saber si elegimos conquistar las instituciones establecidas para luego transformar el mundo según nuestros ideales, o nos encolumnamos en ejercer el poder que tenemos desde las organizaciones que imaginativamente logramos construir, estimulando a que otros se animen también a ejercer el poder desde su imaginación.

Imaginar, es una actividad a la que no podemos renunciar por nuestra condición humana; pero ejercer nuestro derecho a convertir nuestra ensoñación en una realidad compartida es una elección, un acto de libertad, que nos lleva a dialogar y construir con otros un mundo común. Podemos padecer el poder de la imaginación o ejercerlo para multiplicar la belleza y la justicia.

2 comentarios:

Warmi dijo...

Muy buena la revista, saludos desde Peru, sus compañeras feminsitas mestizas....los estamos linkeando....
les pasamos nuestro blog, y algunas paginas de colectivos compañeros....
http://www.lamestizacolectiva.blogspot.com/
http://www.colectivoelcolectivo.blogspot.com/
http://www.fitecaperu.com/

Warmi dijo...

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